Etiquetas

sábado, 28 de enero de 2012

Voces

Iba con prisa. Llegaba tarde. Crucé sin mirar. Un impacto. 

Lo siguiente que recuerdo fue despertarme en la cama de un hospital. Y empezar a oír voces. 
Empezaron a acompañarme como un murmullo ininteligible. Y poco a poco fueron definiéndose. En plural. Porque no se trataba de una voz interior malévola que me empujaba a cometer actos violentos, ni me acosaba descubriendo lo que otros pensaban de mí. No, eran voces a las que podía poner nombre y apellidos. 

La voz que identifiqué con la de Karl Marx me reclamaba que pronunciase un discurso contra el capital delante de toda sucursal bancaria. La de Steve Jobs, que lanzara y pisara todo móvil o tablet que no usara su sistema operativo. La de J.S.Bach que instruyera a todo jovencito que fuera escuchando Danza Kuduro con su mp3. Roland Barthes me impulsaba a hacer recomendaciones literarias a toda persona que leyera en el metro. Debido a los consejos de Mies van der Rohe tuve que huir de un edificio en obras. Y cada mañana, un debate con Freud sobre mis sueños. 

Ya no podía seguir más así. Tal y como habían llegado tenían que marcharse. Todos gritaron que no lo hiciera, todos excepto Virginia Wolf.

No hay comentarios:

Publicar un comentario