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sábado, 28 de enero de 2012

Pelo

Mi madre tenía un hermano calvo. Por eso, cuando conoció a mi padre, y vio que la cosa iba en serio, empezó a rezar a todos los dioses conocidos (daba igual la religión) para que sus hijos no saliesen sin un pelo. Y obtuvo sus resultados, aunque no fuesen los deseados.

Gracias a sus ruegos a Odin y Thor, mi hermana nació con un lacio y liso cabello rubio. De pequeña era muy mona, eso sí, pero con la edad desarrolló la consabida “estupidez de las rubias”. Su manera de escaquearse de cualquier obligación familiar era decir “A mí no me lo pidáis, que soy rubia”.
En mi hermano confluyeron las plegarias a Ganesha y a Kaila y Amarok. Durante la primera mitad de su vida su cabello era ondulado a lo Apu Nahasapeemapetilon. Ya de mayor, desarrolló el abundante pelo negro esquimal: tuvo suerte, los esquimales no tienen canas ni padecen calvicie.
Mi hermana fue fruto de los ruegos a Dagda, Balar y  Morrigon, y tiene una hermosa cabellera pelirroja. Y yo, pues…. No sé qué lamento más, si no haber nacido hombre o que mi madre rezara a Santo Tomás de Aquino. La tonsura no queda bien en mujeres.

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