Hoy me he imaginado a Propercio vagando en un día de lluvia. Pensaba en lo mucho que amaba a Cintia; y lo poco que esto servía. ¿Cómo se puede amar tanto a una persona hasta olvidarse de uno mismo? Y cuando Propercio se da cuenta de la realidad, de que ella no lo ama, las lágrimas se confunden con la lluvia. ¿Qué hacer? ¿Perder lo más querido, sabiendo que hace tiempo que no es suyo?. No sabe qué duele más, si disponerse a dar el paso definitivo, plantarse delante de Cintia y decir “se acabó”; o saber que esa opción es la única que le queda, y que tendrá que aprender a vivir otra vez. Propercio se da cuenta que las lágrimas se confunden con la lluvia y piensa que si nadie lo ha visto llorar, que si lágrimas y lluvia se han mezclado, es como si no hubiese llorado, y siente fuerzas para seguir un poco más.
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